ILYÁ EHRENBURG, UN RECONOCIDO ESCRITOR EN LA ZAMORA DE 1931
Las
primeras décadas del siglo XX fueron una fértil época para
literatos, aventureros y artistas en general, quienes dirigieron la
mirada hacia lugares habitualmente relegados a un segundo plano por
la mayor parte de la narrativa de las generaciones anteriores. Zamora
no fue una excepción en esa reivindicación naciente. Escritores
como Miguel de Unamuno, o unos años más tarde, el peruano José
María Arguedas; geógrafos, entre los que destacaremos a Élisée
Reclus; prominentes lingüistas como Fritz Krüger o Ramón Menéndez
Pidal, incluyeron los paisajes, las hablas locales o la sociedad
zamorana en sus páginas.
Ilyá
Ehrenburg fue uno de aquellos narradores que acudieron a esa llamada
de lo periférico. El ruso tuvo el mérito de ser uno de los
escritores soviéticos más leídos en el período de entreguerras.
Partícipe en la Revolución rusa, corresponsal durante la Guerra
Civil española y en las dos Guerras Mundiales, fue un testigo
excepcional de los principales acontecimientos de su tiempo. Notorias
obras suyas: “Julio Jurenito” (1921), “El libro negro”
(1946), o “El deshielo” (1951), además debido a su manifiesto
compromiso militante y a su ascendencia hebrea, de la cual nunca
renegó, organizó en 1942 el Comité Judío Antifascista que
combatió en lo cultural el ascenso del nacionalsocialismo.
Ehrenburg
en el año 1931, recién proclamada la II República, recorrió la
geografía española, viaje que recogió en su magnífico libro
“España, república de trabajadores” (1932), una crónica
crítica donde las haya y que en su momento escoció demasiado a
amplios sectores políticos muy diversos entre sí. El soviético,
intelectual incómodo y heterodoxo, encabezó las propuestas
literarias de un arte novísimo con clara intención social, que en
la década de los treinta tuvo bastantes epígonos en nuestro país
como Ramón J. Sender, César M. Arconada, Rafael Alberti, Federica
Montseny o Manuel D. Benavides, quienes habían tenido como
precedentes a una serie de autores naturalistas patrios: Vicente
Blasco Ibáñez, Federico Urales, al primer Azorín o incluso a los
relatos más progresistas de Benito Pérez Galdós y Joaquín Costa.
Esta literatura englobada en el realismo social, y de marcado
carácter proletario, tuvo unas exitosas propuestas editoriales
convirtiéndose en un verdadero fenómeno de masas de su tiempo.
El
escritor ruso, en “España, república de trabajadores”, narra su
recorrido por distintas regiones de la península, señalando el lujo
en el que vivían algunos y las inmensas dificultades económicas que
sufría la mayoría de la población. La provincia de Zamora fue una
de las zonas que conoció el erudito soviético. Quiso acercarse a
ella en esos primeros compases republicanos, meses de entusiasmo y
grandes expectativas, pero que también sirvieron para comprobar las
enormes limitaciones del régimen naciente. Observador agudo, asimiló
pronto que a pesar de los frecuentes agasajos con los cuales era
recibido por las autoridades locales a su llegada a las diferentes
poblaciones, un popular revolucionario extranjero no iba a tener
fácil moverse libremente durante su periplo español; escribe así
parsimonioso: «Cuando
llegué a Zamora, el redactor de un periódico local me dijo, muy
satisfecho: “Ya hemos anunciado en nuestro periódico su llegada.
¿Qué por dónde lo hemos sabido? Pues, muy sencillamente. El jefe
de la policía mandó un telegrama al gobernador, y el gobernador nos
avisó a nosotros…”»
(en
la página 152 de la edición de “Crítica” del año 1976, que
será nuestra referencia). Y así lo recoge el diario “El Heraldo
de Zamora”. El sábado 31 de octubre de 1931 anuncia esa inminente
visita a Zamora del ilustre escritor. Y el lunes de 2 noviembre,
publica que llegó el sábado 31 a Zamora junto a su esposa (Lyubov
Kozintseva); ambos acudieron la mañana del domingo 1 de noviembre a
conocer el lago de Sanabria y pueblos próximos, acompañados del
señor Lecertúa, intérprete de turismo, y de don Honorino Requejo,
influyente abogado que era uno de los propietarios del desaparecido
balneario de Bouzas, quien intervino decisivamente para el viaje de
Unamuno a tierras sanabresas el año anterior (germen de su novela
“San Manuel Bueno, mártir”), o en la expedición de las Misiones
Pedagógicas acontecida en octubre de 1934; los viajeros regresaron a
la capital esa misma noche. Ese lunes día 2 de noviembre, por la
mañana visitarían las obras de la presa del Esla en Muelas del Pan,
y por la tarde los monumentos de la ciudad, partiendo luego para
Salamanca.
Imaginémonos
a Ehrenburg en su deambular por la capital zamorana, percibiendo las
fortísimas contradicciones que describe a la perfección en su
testimonio. Dedicó un extenso párrafo a las condiciones de vida de
los expósitos del antiguo hospicio (actual Parador), donde se
convierte en un curioso espectador de esa antítesis: «No
hay ciudad sin su oficina oficial de turismo. De las paredes cuelgan
polícromos carteles; en los armarios se guardan carpetas repletas de
prospectos; los guías visten vistosos uniformes con banderitas.
“Tenemos hoteles magníficos, un clima admirable, poseemos riquezas
artísticas sin igual.” Todo el mundo sabe que España es el país
del arte. Aquí, cada casa es un museo. Al enseñar a los turistas
las viejas iglesias, los guías no se contentan con despertar el
entusiasmo estético del visitante. Saben tocar también la fibra de
un cervecero de Núremberg o de un tendero de Burdeos. “Miren esta
custodia. Piedras preciosas de verdad. Un millón de pesetas...”
Los vasos de oro de la catedral de Burgos valen millón y medio de
pesetas. La Virgen de Valencia se alhaja con collares y otras
chucherías por valor de dos millones exactamente. Los turistas
suspiran piadosamente. En Zamora, enseñan a los turistas una capilla
románica. Está rodeada de patios y otras construcciones. Para
llegar hasta ella hay que atravesar por un gran asilo de niños. Es
la hora de la comida. Unos doscientos niños. El asilo está
regentado por monjas. Al ver a los “señores”, los niños,
asustados, se ponen de pie. Son hijos de la miseria. Algunos son,
además, hijos de los curas de aldea, que consolaron prolijamente a
sus desgraciadas amas. Los niños van vestidos con unos sayales
toscos y andrajosos. De una especie de palanganitas oxidadas cogen
con cucharas el rancho, agua caliente con unas cuantas habas nadando.
Si uno de los turistas, por acaso, se indigna, el guía explica: “Un
país pobre... No hay medios... Por aquí, señores... A la
derecha...” La estatua de la Virgen. Un cofrecito recamado de
esmeraldas. Una colección de tapices que valen 400.000 pesetas…»
(páginas
16 y 17).
En
nuestra provincia descubrió maravillado una de las grandes obras de
la ingeniería nacional, refiriéndose a ella de la siguiente manera:
«Cerca
de Zamora se está construyendo la central eléctrica de los Saltos
del Duero. Será la central más potente de Europa. En las orillas
rocosas del Esla brotó una ciudad americana: dólares, ingenieros
alemanes, guardia civil, huelgas, planos, números, millón y medio
de metros cúbicos de energía para exportar, emisión de nuevas
acciones, llamas, estruendos, fábricas de cemento, puentes
maravillosos. ¡No es el siglo XX, es el siglo XXI! A menos de 100
kilómetros de esta central eléctrica, no es difícil encontrar
pueblos donde la gente no sólo no ha visto nunca una bombilla
eléctrica, sino que ni siquiera tiene idea de lo que es un barco de
vapor. Vegetan en una atmósfera tan arcaica, que allí se olvida uno
completamente del curso del tiempo»
(página 16).
Este párrafo, correspondiente a
la construcción de la presa de Ricobayo, podría servir
perfectamente para describir alguna de las otras dos colosales
construcciones que se estaban efectuando en aquel tiempo en nuestra
tierra: el viaducto de Martín Gil, con su poblado obrero aledaño en
el término municipal de Palacios del Pan; y los trabajos en la vía
férrea del tramo Zamora-Ourense, situándose en la boca del túnel
de Padornelo el campamento “carrilano”
de Santa Bárbara (Requejo de Sanabria).
El
narrador ruso utiliza un lenguaje anticlerical, satírico, feroz,
verdaderamente ofensivo, para detallarnos sus impresiones en el
noroeste rural de la provincia: «En
la Puebla de Sanabria. Es el Día de Difuntos. La muchedumbre,
aterida, se pasa las horas muertas en la calle. Velas, preces. La
Edad Media. Después de saciarse rezando, el arriero monta sobre su
burro. El burro se resiste. Entonces, el rezador grita: “¡Me
‘estornudo’ en la Virgen María!” (Bueno, no es precisamente un
“estornudo”, pero la reproducción exacta de la palabra no me
parece conveniente). Este arriero no parece tener una gran fe en la
resurrección de los muertos. En cambio, está muy seguro de que,
insultando bien a la Virgen, el burro andará derecho»
(página 18). Y después,
íntegramente el capítulo VI está dedicado a la comarca sanabresa,
debido a su extensión no incluiremos el texto, el mismo ya fue
recogido por Luciano García Lorenzo, en un artículo titulado
“Zamora en la Literatura: Ilyá Ehrenburg y Sanabria”, en LA
OPINIÓN–EL CORREO DE ZAMORA (de 3 de mayo de 2017) y por Eduardo
Martín González, a dichas fuentes remito al lector interesado en el
tema. A Sanabria volvería el prosista soviético en sus renglones
cinco años más tarde, a través de una áspera epístola firmada el
21 de agosto de 1936 que pretendía polemizar con Unamuno, fue
publicada por la revista “El Mono Azul”, entre otras sensaciones
Ehrenburg afirmaba: «Vi
allí campesinos martirizados por el hambre. Comían algarrobas,
cortezas».
La pobreza de las clases
populares estremeció al escritor.
Por
“España, república de trabajadores” desfilan multitud de
personajes con variadas ilusiones y vivencias, y de uno se ocupa
sobremanera en el último capítulo del libro y a él volvería en
futuros testimonios sobre la Guerra Civil, se trata del leonés
Buenaventura Durruti, destacadísimo anarcosindicalista, figura
convertida en mito con el devenir del tiempo. Idealista olvidado,
podría ser muy interesante recuperar ahora, en esta etapa de crisis
que nos ha tocado vivir, las muchas veces vilipendiadas ideas
libertarias que él defendía, especialmente las bonitas propuestas
de apoyo mutuo, solidaridad y actuar por el bien colectivo.
Carlos
Coca Durán
Publicado en La Opinión -El Correo de Zamora (7-VI-2020), suplemento dominical, p.1-3.
Y en la versión online del periódico: https://www.laopiniondezamora.es/zamora/2020/06/07/ilya-ehrenburg-reconocido-escritor-zamora/1248605.html
Diversas fotografías publicadas en el artículo, todas tienen referencia a su procedencia.
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